El dominio de la voz

En mas de treinta años de profesión y haciendo una estimación precisa, calculo que habré grabado alrededor de unas 4.000 cuñas de radio. Desde luego en todo este tiempo, ha habido una evolución muy significativa en el modo de llevar a cabo mi trabajo.

Las primeras cuñas que grabé eran meros “comunicados comerciales” correctamente leídos, pero carentes de toda expresión dada la falta de experiencia propia de los que empiezan en esta profesión.

Cuando empiezas a realizar tus primeros pinitos en el arte de la comunicación, necesitas parecerte a alguien, buscar un referente próximo, hacer las primeras cuñas como el compañero de profesión que te llevaba diez años de ventaja.

A ese compañero lo ves como alguien a quien seguir, lo tratas de imitar, de hacerlo como él. Imitas el tono, tratas de conseguir su mismo ritmo y hasta de sentenciar la última frase publicitaria como la haría él.

El tiempo pasa, y cuando crees haber superado la etapa de rodaje propia de tu inmadurez profesional y dándote perfectamente cuenta de que ya eras capaz de hacerlo como ese compañero, te lanzas a la búsqueda de otro referente de un nivel superior. Te fijas en la forma de proceder, actuar y ejecutar de otro compañero locutor capaz de trabajar con otros registros.

Empiezas a observar como la voz no es un instrumento plano que ha de interpretar siempre la misma nota. Observas como tu nuevo referente es capaz de pasar de la calma a la emoción, como hacer uso del énfasis allá donde verdaderamente se necesite. Aprendes a reír, a llorar, a descubrir “la emoción oculta” de tu propia voz.

A partir de ese momento y arrastrado por la curiosidad innata del ser humano, empiezas a practicar, a recrear cientos de situaciones distintas en las que podría verse inmersa tu voz. Te escuchas, vuelves a repetir la grabación del take una y otra vez, comienzas a pulir y a descubrir al tiempo, el largo recorrido que tienes por delante para llegar a ser capaz de interpretar la nota que el director de orquesta te exigirá algún día.

Empiezas a construir tu propia identidad como profesional, ya no necesitas parecerte a nadie, ya sabes que hay un papel para cada voz, la tuya tiene unas características propias que empiezan a tomar forma.

Comienzas a ser el mayor crítico del mundo contigo mismo, ves imperfecciones en casi todo, te das cuenta como tu propia voz no suena igual en tu mente mientras lees un texto en silencio que cuando la escuchas en tu grabación.

Sólo los años, la práctica, el contacto constante con el elemento más poderoso que te ha dado la naturaleza, tu voz, serán capaces de definir un resultado que no puede conseguirse por muchos cursos de locución que hayas realizado o por muchos libros especializados que hayas leído sobre el tema.

Tu voz será siempre un recurso tan abierto a explorar, como lo son las miles de selvas que todavía hoy el hombre no conoce. Cuanto más la explores y más practiques, más te irás dando cuenta de los espacios ilimitados en los que será capaz de moverse.

Imagínate las palabras “no sé que hacer”, de cuántas formas podría decirse esa sola frase, con cuantas emociones distintas se podría expresar. Podría ser una duda, una afirmación, un estado de ánimo, una queja, un enfado ¿serías capaz de interpretar de una forma creíble todos esos estados?

El trabajo como locutor profesional, sin pretender sentar cátedra de nada y hablando siempre desde mi propia experiencia profesional, debería ir unido al arte de interpretar para poder comunicar.

Llegará un momento en que te darás cuenta de que tu sabiduría se establece en base a la experiencia y tu ignorancia en creer que sobre esta profesión ya lo sabes todo.

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